Eres el manantial que calma la sed de mi boca
derramándose sobre mis entreabiertos labios,
guardianes de la cavidad
donde se ocultan mis gemidos.
Eres el río que acaricia mis senos tímidos
surcando senderos resbaladizos,
despertando una corriente furiosa que se arrastra,
quimérica,
hasta el infinito de mi cuerpo.
Arrojándose en esa sensación,
que soberbia,
rompe en cascada entre tus complacientes besos
cuando mueren mis deseos.
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