jueves, 2 de febrero de 2012
Y tú nunca pudiste verme...
Ya sé que tú nunca pudiste verme. Tan escondida estaba entre mis tempestades de angustias vanas, hilvanando las debilidades para desenterrar mis tesoros escondidos en las orillas del fracaso y lanzándole miradas desafiantes al sol con los ojos cerrados (pero abiertos al eclipse de mis memorias) que tú nunca pudiste verme. Ni yo te veía tampoco entre tanto agobio de mi misma. Excavando donde no estabas tú, sino donde los delirios de mis sombras en el claustro de la muerte, desde donde resucitó un espectro fingiendo tu imagen, al que invocaba ciega, pero no engañada, porque sabía que tú no podías amarme.
Y tan escondida estaba bajo la falda de mi melancolía, que aunque no te amaba al principio, de pretender tanto hacerlo, te infiltraste por alguna de las heridas que me dejó el pasado, apropiándote de aquel espectro anónimo, que ahora lleva tu nombre.
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Doy gracias a la vida por abrir la ventana que me ha dejado verte!
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